Un surfista en busca del paraíso, libro de Iñigo Urdinaga

Este libro tan difícil de clasificar como fácil de gozar se pregunta: "¿Estamos cada vez más lejos o más cerca del paraíso?…". Todos somos surfistas en busca del paraíso.

miércoles

22

abril 2020

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Sed de mar

Escrito por , Publicado en Fuera del libro

Hacía años que no estaba tanto tiempo seguido sin tocar la mar. Y el cuerpo me pide un baño.

Herman Melville, gran escritor y marinero, tras varias semanas retenido en tierra, describió así lo que sintió cuando le dejaron volver a su querida mar:

«Nunca olvidaré el éxtasis que sentí cuando escuché rugir las olas rompiendo en la playa. Pronto vi el brillo del agua entre los árboles. ¡Oh, la imagen y el sonido gloriosos del océano… con qué alegría te saludé como a un amigo conocido!»

Cuando nos liberen, ¿sentiremos algo parecido a eso?… Ojalá escuchemos el rugido de las olas rompiendo en la playa…

Mientras tanto, y para tratar de consolarnos un poco, imaginémonos en el extremo opuesto al que nos encontramos. ¿Preferirías acaso estar confinado en un barco, en alta mar, durante más de cinco semanas seguidas?

Cinco semanas, y por una vez como experiencia vital, quizá sí. Pero imagínate varios meses navegando sin pisar ni siquiera ver tierra, rodeado de un horizonte circular, en un desértico azul salino inmisericorde.

Melville también vivió eso:

«¡Seis meses en el mar! Sí lector, como lo oye, seis meses sin ver tierra; navegando a la caza de la ballena bajo el ardiente sol del Ecuador y sacudidos por las olas del encrespado Pacífico… Encima, el cielo; alrededor, el mar ¡y nada más! Semanas y semanas han pasado desde que se agotaron nuestras provisiones frescas. (…) ¡Ah, ustedes, marineros de camarote, que arman tal alboroto por un pasaje de dos semanas a través del Atlántico; que con tal patetismo narran las dificultades y penurias que se sufren en el océano, donde, después de una jornada de desayuno, comida y cena opulentos conversando, jugando naipes y bebiendo vino espumante, su triste destino es encerrarse en camarotes de roble y caoba a dormir diez horas seguidas sin algo que los perturbe. (…) ¿Qué dirían ustedes de estos seis meses sin siquiera ver tierra?

¡Oh, cuánto diera por la refrescante mirada a una simple brizna de hierba… por saborear el aroma de un puñado de tierra!».

Herman Melville en Typee (1846).

Sí, nuestro confinamiento en casa es de lujo, pero el cuerpo nos pide mar.

 

 

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