Nuestras «aspirinas»
Escrito por Inigo Urdinaga, Publicado en Cultura surf, Historia surf
Comienza así mi libro:
«En ningún otro lugar era yo tan feliz como en la orilla del mar. Lanzar la aspirina, saltar encima y deslizarse sobre el agua con los brazos abiertos para mantener el equilibrio, era como volar.
La llamábamos aspirina porque era redonda y plana, y la arrojábamos en la orilla, sobre las finas láminas de agua que dejaban las olas al volver al mar, porque era allí dónde resbalaba más veloz. Cuando perdía velocidad, volvíamos a lanzarla con un pie, corríamos tras ella y saltábamos encima nuevamente. Cruzábamos así la playa de lado a lado, como flotando en el aire, y bien podría decirse que lo hacíamos `a toda pastilla´».
Aquello fue la prehistoria de mi enganche al surf. No fuí el único que comenzó así, claro. La surfera más veterana de Inglaterra, por ejemplo, Gwynedd Haslock, disfrutó de una aspirina-champero similar ya en la década de 1950.
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También en Biarritz disfrutaron de las aspirinas. Las vimos aquí en un anuncio francés de 1964, pero está claro que las utilizarían de antes.
En Zarautz, fue Aquaman quien comenzó con ellas a finales de los 60. Se hizo una similar a la que había visto en una revista. Mi padre siguió sus pasos al poco tiempo.
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Ese es mi padre, Jon Fernández Loiola, en 1971, en Zarautz.
«Mi padre se agachaba, tocaba el suelo con una mano y comenzaba a dar vueltas y más vueltas, o chocaba de bruces contra la espuma de la ola siguiente para finalmente caer al agua y darse con el trasero en la arena».
¡Bien a gusto que me iría ahora mismo a la playa con una aspirina de aquellas! Estoy por hacerme una…
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Que tal Iñigo!
Con esa frase inicial se me disparan un montón de recuerdos de aquellos tiempos en la playa. Me imagino que el personal se tenia que quedar alucinando viendo las evoluciones de tu padre en la orilla. Creo que en la infancia las sensaciones se multiplicaban, hace tiempo leí un articulo en el que explicaba porque siendo niños todo nos parecía mucho mas grande y espectacular, yo ahora veo cuestas por donde me tiraba en patín y me parecen ridículas, en aquel tiempo eran bajadas suicidas…jeje
Desde luego tu padre tiene una cara de felicidad que no se puede aguantar, de eso no hay duda.
Saludos!
Sí, sí. Muy bueno eso sobre las percepciones de cuando pequeños.
Me da que hay que tratar de no perder esa sensibilidad, en la medida de lo posible, y seguir valorando y disfrutando cada cosa que nos rodea.
Saludos.