NO A LAS OLAS ARTIFICIALES EN SAN SEBASTIÁN
Escrito por Inigo Urdinaga, Publicado en Cultura surf, Fuera del libro, Surf a la venta, Surf masificado
Reconozco que si viviera lejos del mar o en el Mediterráneo mi posición podría ser diferente. Y también pienso que si finalmente construyeran la instalación, y nos dejaran, acabaría probándola.
Pero en San Sebastián no la quiero, lo tengo muy claro, y os animo a pararla.
Sin necesidad de estar de acuerdo en todos sus puntos, apoyo el argumentario que ha publicado ANTONDEGI BERDEA — OLATUAK ITSASOAN («Antondegi verde – Las olas en el mar»), colectivo formado por Surfrider Foundation Europe, el grupo ecologista Eguzki, el movimiento contra el cambio climático Fridays for Future, las asociaciones conservacionistas Haritzalde y Parkea Bizirik, la asociación ornitológica Itsas Enara, y la plataforma por el decrecimiento turístico Bizilagunekin. Además, el colectivo cuenta con el apoyo de Greenpeace, Surf & Nature Alliance y SEO-Birdlife.
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Este proyecto no responde a una demanda de l@s surfistas. Ningún colectivo de surfistas ha pedido una instalación de este tipo al Ayuntamiento de San Sebastián y este no ha realizado consulta alguna entre la comunidad surfista. Consideramos que es un proyecto que no atiende al interés general, y desde luego no al nuestro como surfistas.
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La empresa promotora afirma que sería una instalación “abierta al público parcialmente” y “un centro de tecnificación para surfistas y deportistas” (notas de prensa de febrero y marzo de 2021). Es decir, a la que solo podrían acceder competidores y surfistas que respondan a los criterios establecidos por la empresa propietaria.
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La empresa interesada cuenta con una infraestructura ya existente en Aizarnazabal, para la que contó con permisos especiales, subvenciones públicas, etc. Teniendo en cuenta que está a tan solo 25 kms, no hay justificación alguna para construir otra instalación similar en San Sebastián, y menos teniendo en cuenta que supondría privatizar y urbanizar con fines lucrativos una zona verde pública, rica en mamíferos y aves, para una actividad no esencial y elitista.
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Estas instalaciones promueven una artificialización de la práctica del surf.
El surf es ante todo un vínculo con la naturaleza. Requiere atender a las condiciones meteorológicas, al viento y a las marejadas. El surf es también pisar la arena, remar en la mar, compartir espacio con otros seres vivos. Por eso l@s surfistas desarrollan sensibilidad medioambiental, conocimientos para moverse en el medio marino, incluso actitudes solidarias para rescatar a bañistas atrapados por la corriente. Hacer surf también exige esperar la ola adecuada, aprender a tener paciencia, y no obtener un producto al instante a golpe de tarjeta de crédito. La artificialización de las olas modifica la relación ecológica del surfista con la ola, y no solo desnaturaliza la práctica del surf, sino que también distorsiona sus valores y la cultura ligada al mismo.
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La idea de que puede ayudar en la formación de surfistas competidores es más una suposición que una realidad. Tal y como asegura Francis Distingin, Director Técnico Nacional francés de Surf (1990-2007) y Presidente de la Federación Europea de Surf (2007-2009), todos l@s surfistas del World Tour tienen un nivel técnico similar; es la estrategia y el sentido del mar lo que suele marcar la diferencia, y eso no puede aprenderse en una piscina de agua dulce con olas calibradas. Pensar que un buen surfista en la piscina será un buen surfista en el océano es simplemente una quimera. Además, hay que tener en cuenta que solo el 2% de surfistas participan en algún campeonato, según del historiador e investigador surfero Matt Warshaw (History of Surfing, 2010).
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Los campeonatos en olas artificiales han supuesto toda una decepción. Parecía prometedor ver a l@s mejores surfistas competir en una ola perfecta, pero ha resultado un total desengaño. Sin la magia natural del océano, y en una piscina con olas mecánicas totalmente previsibles, la competición resulta aburrida y carente de interés (no hay más que observar sus bajos datos de audiencia o los artículos sobre el tema: Why wave pools and competitive surfing don ́t match, Surfer Today, mayo de 2018).
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La infraestructura tendría consecuencias medioambientales muy negativas:
• Destrucción de un entorno natural que forma parte del cinturón verde de Donostia y que supone el hábitat de mamíferos como zorros, tejones, ginetas, ardillas, y garduñas, y también un espacio de alimentación, descanso y nidificación para 109 especies de aves como el milano real, actualmente en peligro de extinción.
• Degradación de una de las pocas zonas rurales de Donostia que se conservan en buen estado, y destrucción de suelo agrícola actualmente en uso.
• Consumo significativo de energía eléctrica y agua en un contexto mundial de emergencia climática allí donde existe una alternativa natural.
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La entrada de estas instalaciones tiene un precio elevado. Mientras que el surf en el mar es gratuito, independientemente de lo que dure la sesión, en una instalación de olas artificiales resulta muy caro: el precio medio es de más de 60 euros por hora.
The Wave, Bristol (Reino Unido): 60 libras, 67 euros.
Urbnsurf, Melbourne (Australia): de 79 a 129 dólares, de 49 a 80 euros. BSR Cable Park, Waco (EEUU): 90 dólares por hora, 75 euros. Adventure Park Snowdonia (Reino Unido): 50 libras o 56 euros.
Wadi Adventure (Emiratos Árabes): 66 dólares o 55 euros.
Esas tarifas convierten el surf de olas artificiales en una actividad elitista, en el sentido de que la gran mayoría de surfistas no podría acceder con frecuencia a las mismas.
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Si en un futuro la instalación de olas artificiales se abriera al público general de forma permanente, aumentaría la masificación en las playas cercanas. Las instalaciones de olas artificiales atraen a decenas de miles de visitantes (el proyecto Wavelandes de Castets preveía 180.000 visitas al año, y Wavegarden aseguraba en su documentación oficial tener una capacidad máxima de 324.000 personas al año), lo que acrecentaría las aglomeraciones de gente en nuestras playas, carreteras, aparcamientos, etc. que ya de por sí presentan un alto grado de saturación en periodo estival.
Los políticos que manifiestan sin ningún tipo de documentación que las olas artificiales pueden ayudar a reducir la masificación de las playas se equivocan de pleno. Los modelos matemáticos de Dietrich Braess demuestran que la creación de nuevas carreteras o la ampliación de las existentes, lejos de reducir el tráfico, acaban acrecentándolo, porque producen un “efecto de succión” que atrae más vehículos. En la misma línea, Jonathan Safran Foer también ha demostrado que las piscifactorías, las cuales inicialmente se presentaron como una solución al agotamiento de las poblaciones de peces salvajes, lejos de reducir la demanda de los mismos, han aumentado también la demanda del pescado salvaje.
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Una instalación de olas artificiales con toda su infraestructura de ocio (camping, hostelería, tienda…) genera un efecto de llamada y puede provocar un turismo de masas incompatible con el desarrollo sostenible, que tiene consecuencias incuestionables: impactos en la planificación territorial, problemas relacionados con los residuos y el saneamiento, afecciones en la vida diaria de los habitantes… Negarlo supone correr el riesgo de erosionar gravemente el atractivo de San Sebastián, una bella y pequeña ciudad que vería mermada su calidad de vida. Buena parte de la costa mediterránea ha tenido una amarga experiencia con ese modelo de turismo y deberíamos tomar buena nota de ello.
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Construir una instalación de olas artificiales al lado del mar es totalmente absurdo. Antondegi se encuentra a solo 4 km de una costa rica en marejadas y lugares idóneos para la práctica del surf. La costa cantábrica tiene la suerte de recibir los mejores oleajes de Europa durante todo el año, y la geografía local permite la formación de olas adaptadas a todos los niveles.
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Las instalaciones de olas artificiales suponen todo un retroceso en la transición energética. En pleno siglo XXI, deberíamos estar ya investigando seriamente cómo sacar mayor provecho a las olas naturales, y no proponiendo olas artificiales que requieren un gasto ingente de recursos acuíferos y de energía eléctrica allí donde hay olas naturales en abundancia.
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Estas infraestructuras son totalmente contrarias a las directrices de la Unión Europea en cuanto a lucha contra el cambio climático y protección de la biodiversidad. Así mismo, son contrarias a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la UNESCO y del cumplimiento de la Agenda 2030.
El surf es considerado un recurso de interés en el marco del Crecimiento Azul que promueve la Unión Europea, –estrategia de apoyo al crecimiento sostenible en zonas costeras y litorales–, pero siempre que sea bien gestionado, ordenado y dimensionado, atendiendo a capacidades de acogida, ratios de uso, etc. Y este proyecto va totalmente en la dirección opuesta.
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A l@s surfistas que defendemos los razonamientos aquí expuestos nos duele de manera especial que un proyecto de estas características, insostenible y nocivo para nuestro entorno, se proponga en nombre del surf, sin contar con la comunidad surfista y siendo contrario a los valores esenciales de nuestra cultura.
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Estamos a tiempo de paralizar este proyecto. La comunidad surfista de Iparralde ha conseguido (diciembre de 2020) paralizar un proyecto similar, de la misma empresa, previsto para San Juan de Luz (a 33 kms de San Sebastián). No nos cabe la menor duda de que también aquí serán muchas las voces que, junto a las nuestras, manifestarán su disconformidad con este proyecto y que la ciudadanía estará abierta a escuchar estos sensatos y sólidos argumentos.
Por todo ello, l@s surfistas firmantes pedimos a los representantes municipales del Ayuntamiento de San Sebastián, por favor, NO A LAS OLAS ARTIFICIALES EN SAN SEBASTIÁN.
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Hola Iñigo!
Desde luego es un asunto que provoca mucha controversia. Precisamente ayer leí el comunicado que saco la gente de Wavegarden, ahora con detenimiento he hecho lo propio con estos 15 puntos. No se si los que tenemos la suerte de vivir en la costa tenemos un punto de vista diferente, hoy precisamente hablaba en el agua de esto con un par de amigos, uno de ellos suele venir desde Ourense (apenas 75 minutos en coche) y decía que no le importaría que montasen uno por allí. Esos 75 minutos mas o menos son los que me lleva acercarme en verano a Portugal o a las playas de las rías altas, aquí la masificación de las escuelas se les ha ido de las manos. Me ha llamado la atención el punto 9, fíjate que yo estaba convencido de que en cierto modo si podría liberar un poco de espacio en el agua, no me había planteado la otra posibilidad. Por aquí al menos no tengo constancia de ningún proyecto parecido.
Supongo que esto seguirá trayendo cola, creo que hay muchos intereses encontrados. Por mi parte seguiré recurriendo a los recursos naturales.
Un saludo y feliz semana!
Estoy totalmente de acuerdo con todo, se nota que se han estudiado los puntos detenidamente.
Ahora toca verlo desde la perspectiva de un, y perdonad la expresión (» frustring Mediterranean surfer»)… Llevo 30 años haciendo Surf, soy de Valencia, y desde que empecé, soñaba con una piscina de éstas características. El motivo es obvio. Incluso 2 meses han pasado desde una sesión a otra y que decir de los viajes relámpago al norte con su consiguiente coste. Somos carne de psiquiatra.
Por terreno no sería, pues tenemos bastante tierra ‘árida a pocos kms de Valencia.
Es el pez que se muerde la cola… ¿Sería productiva esa ola en éstos lares? No lo sé, lo que sé es que no romperían olas solitarias
Por cierto, la masificación en vuestras costas es una realidad, las escuelas es otro punto a reflexionar.
Saludos a todos
Jose