17 de marzo de 1992, referéndum sobre el apartheid en Sudáfrica. Solo podían votar los blancos, y el 69% pidió abolir la segregación racial. A los pocos meses, allí estaba Tom Curren dando por finalizado el boicot.

Jeffreys Bay era considerada la mejor derecha del globo y Tom Curren lo máximo surfeando derechas de cara. ¿Resultaría aquel encuentro tan fructífero o vistoso como prometía?

Se sentó en el sitio correcto, observó varias olas y, al fin, cogió la suya. No hay palabras para describir lo que hizo en aquella ola.

La transición entre el segundo y el tercer giro, el modo en que encadenó el primer tubo y el segundo… Y todo eso, sin perder velocidad ni por un instante, en total sincronía con la ola de principio a fin, y en una rompiente en la que, los que saben, dicen que las olas no son nada fáciles de exprimir.

Fueron cuarenta y siete segundos que vi una y otra vez, hasta gastar la cinta VHS, y otras tantas veces más, dos décadas después, en internet. Aquella línea de Curren es considerada por cantidad de surfers una de las más distinguidas y elegantes que jamás se hayan escrito sobre una ola.

“God of Style and Flow, Thy Name is Tom Curren,” escribió Matt Warshaw en 2014. «Dios del estilo y la fluidez, tu nombre es Tom Curren».

Habrá quienes piensen que Curren se atrevió a abandonar la competición y a escapar de quienes lo presentaban como héroe porque era el mejor surfista de la época. Esos mismos creerán quizás que por eso se atrevió también a boicotear a Sudáfrica y a competir sin ningún logotipo en Hawái. Es sin embargo justo al contrario.

Tom Curren tenía Estilo porque era como era, y también por eso, porque era como era, hacía movimientos tan elegantes tanto en la mar como en tierra.

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